segunda-feira, 9 de março de 2020

Con palabras

Las palabras asustan. Ello aprendí muy temprano. Las palabras crean lo concreto. Transforman en cristal duro  irrompible  lo que antes era fugaz. O no existía. O sólo existía donde se puede tocar. 
Las palabras duelen enormemente. Porque de algún modo son lo más real  o lo único real  que podemos concebir. Los humanos, esos seres-palabras: no porque vocales, sino porque construidos sobre, para y en el límite de las palabras. Más allá nada hay.
Quisiera creer que no es así. E incluso lo hice. Pensé que existiera la transcendencia. O la simple existencia sin que sobre ella fuera obligado a reflexionar. No es que fallé: no había posibilidad. Sufrí, sin embargo, las consecuencias de mi ingenuidad. 
Por ende te lo dije sin palabras. No quería herirte. Herirme. Mas fue exactamente lo que pasó. Porque las palabras estaban allí. En mi mirarte. En mi imaginar que sería posible tenerte in mis brazos. Sentir tu abrazo. Saber lo que significa ser tuyo. Mis manos al tocar tus manos te lo dijeron todo. Usaron todas las palabras ya inventadas y las que aún intentarán - y fallarán - llenar el vacío.  Susurraron 'te quiero' y, al hacerlo,  berrearon mi soledad. 
Quizá por eso nos asustamos y nos alejamos. Ya no podíamos fingir. Mi deseo se volvió cristal  irrompible. Y este ser-palabra ya no tendría chance de decirte nada más. Tu te fuiste, y me quedé a buscar palabras que podrían consolarme. Tan ubicas, y ahora tan fugaces. Tan poderosas, y ahora completamente inútiles. 



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